10-Jul-2020
El Informe de Desarrollo Humano 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) revela que "En promedio, el Índice de Desarrollo Humano muestra una mejora asombrosa, que refleja drásticos avances en variables como la esperanza de vida al nacer, (...) Sin embargo, se ha dejado atrás a muchas personas, y las desigualdades siguen siendo amplias en todas las capacidades. Algunas de esas desigualdades están relacionadas con la vida y la muerte; otras, con el acceso al conocimiento y a tecnologías de vanguardia"[1]. Unas páginas antes sentencia "nos estamos acercando a un precipicio y, si caemos en él, la recuperación puede ser muy complicada"[2].
Desde esta perspectiva, el mundo pareciera ser un lugar nada acogedor y la vida una experiencia nada gratificante, mucho mas cuando lo que se constata en el diario transitar son las desigualdades que el mismo informe confirma, incluso hace referencia a la aparición de nuevas desigualdades asociadas a el cambio climático y la transformación tecnológica. Lo que nos permite una primera aproximación: las desigualdades son cada vez más (en términos de cuantitativos) y mas complejas (en términos cualitativos).Esta narrativa en un Informe oficial de una instancia de talla mundial como el PNUD, resulta cuando menos aterrador para la humanidad que se aproxima al "precipicio" mucho mas cuando la humanidad está viviendo por primera vez en 100 años, los efectos de la pandemia desatada por la covid-19.
Hagamos un ejercicio de abstracción y supongamos que nos encontramos al borde de un precipicio, tenemos en frente un abismo y sólo nos aguarda el vacío: ¿qué experimentamos? ¿qué sensaciones arropan nuestro cuerpo? ¿escalofrío, sudor? ¿qué emociones nos asaltan? ¿miedo? ¿qué pensamientos vienen a nuestra mente?...el lenguaje no es neutro y las palabras no solo tienen significados, sino también sentido, es decir, lo sígnico y lo simbólico.
Si nos encontramos ante un precipicio, distingo tres opciones: la que enuncia el informe, es decir la caída, la otra es la inmovilidad y una tercera el retroceso; cada una supone una realidad distinta: el acabose, el estancamiento y la esperanza. ¿Qué nos está advirtiendo el PNUD con esta aseveración? Preguntémonos ¿qué nos hace acercarnos a ese precipicio? ¿cómo hemos llegado hasta allí?
En una rápida revisión de investigaciones sobre el medio ambiente apoyada en ciencias como la geofísica y la geología muestran los hallazgos de por dónde hemos transitado para ir acercando a ese abismo: el efecto invernadero, calentamiento global y cambio climático son una expresión de ello. Asimismo, desde el punto de vista social existen estudios que confirman por dónde vamos: más de dos mil millones (2.000.000.000) de personas en el mundo carecen de acceso a los servicios básicos de agua y saneamiento; 40,3 millones de personas en régimen de esclavitud debido a tráfico de personas, deudas, trabajos o casamientos forzados y otros; entre 2008 y 2010 ( en solo 2 años) asciende a 10.000 el número de suicidios en Europa producto de la gran recesión; en los últimos 25 años se registraron 59 ataques de balas a escuelas, 2,36 por año.
Como consecuencia directa de este entorno global, las personas experimentamos estados de angustia, zozobra, miedo y por supuesto la incertidumbre ante la realidad que nos toca afrontar en nuestra vida cotidiana. Basta echar un vistazo a los medios de comunicación tradicional y redes sociales para confirmar los hechos que día a día ocurren en el mundo producto del desequilibrio planetario. En palabras de la socióloga venezolana Maryclein Stelling refiriéndose a la situación venezolana apunta: La cotidianidad se vive desde el fatalismo, la frustración y el pesimismo; la tristeza, la impotencia y una suerte de pasividad ciudadana producto de la habituación y resignación a la violencia en sus diversas formas[3].
El colectivo Psicólogos por el socialismo de Venezuela, apunta: Los efectos psicológicos directos se pueden traducir en la presencia de un conjunto de emociones negativas que afectan el equilibrio emocional y la paz interior, tales como intranquilidad, nerviosismo, angustia, incertidumbre, miedo, impaciencia. Todas estas emociones y sentimientos hacen que la ciudadanía viva en una constante ruptura de su cotidianidad afectiva, laboral, estudiantil y principalmente vecinal y familiar[4].
Si bien estas afirmaciones están referidas a las situaciones vividas en los últimos años en Venezuela producto de las "Guarimbas", no dejan de ser el reflejo fiel de las situaciones que se repiten en la actualidad incluso mas allá de las fronteras venezolanas como consecuencias de la desarmonía en la que se encuentra el planeta y que se expresan en el Informe 2019 del PNUD como "desigualdades", todo esto sin tocar lo que está causando la covid-19. Basta repasar los hechos de Colombia con los asesinatos de líderes sociales y campesinos, en Chile las muertes en el estallido social que se desató en el país en octubre pasado; la situación política de Bolivia con similares resultados tras el golpe de estado contra Evo Morales en septiembre 2019, esto por citar casos de nuestra región. Igualmente si echamos una mirada al medio oriente persisten los conflictos armados o Europa encontraremos a los conocidos "chalecos amarillos" en Francia que se alzaron contra la situación laboral del país galo que golpea fuertemente a los trabajadores; cambian los contextos pero en el fondo subyacen las mismas causas y los mismos efectos: la destrucción de la especie humana y la naturaleza.
Sin duda, esta realidad nos conlleva a una inexcusable reflexión y sobre todo a dar un giro de 180° que nos permita darle la espalda al abismo. La humanidad se encuentra ante la impostergable y obligante tarea de cambiar patrones de consumo, estilos de vida que se asumen como únicos y sobre los cuales pareciera no haber alternativas. El modelo civilizatorio que impone la modernidad y que pretende seguir dominando la vida del planeta es el que nos ha acercado cada vez mas al abismo ¿somos consciente de ello?
La humanidad sí tiene posibilidades de superar dichas desigualdades, en nuestros pueblos ancestrales está la opción para el retorno a nuestro cause originario. !Sí! y no es un planteamiento primitivo ni utópico, es una opción real y concreta de vida que se expresa en el Sumak Kawsay.
En su trabajo Hacia la reconstrucción del Vivir Bien el ex-canciller de Bolivia David Choquehuanca, afirma: Aunque nos han llevado a creer que el desarrollo es la salvación de la humanidad y que nos ayudará a vivir mejor, en la práctica vemos al contrario que es el principal causante de la crisis económica extrema de los países donde vivimos y del mundo, la crisis de la naturaleza y los graves efectos del cambio climático, el desequilibrio de la vida comunal, el caos social y la amenaza a la vida y al planeta[5]. Mas adelante señala el mismo Choquehuanca: Ante las amenazas a la humanidad y el planeta tierra que nos presentan el cambio climático y todas las demás crisis hay dos caminos. O seguimos por el camino de la civilización occidental y la muerte, la guerra y la destrucción, o avanzamos por el camino indígena de la armonía con la naturaleza y la vida.
Si bien la pandemia por la covid-19 está evidenciando las vulnerabilidades sanitarias del planeta y la negligencia de algunos gobiernos del mundo ha agravado la situación, la humanidad tiene en sus manos (emociones y pensamientos) la posibilidad de hacer las transformaciones que la propia naturaleza nos está reclamando para que juntos nos salvemos del precipicio!
Mary Ávila
@maryavila0728
[1] INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO 2019, p.8. [2] INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO 2019, p.6. [3] http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/la-violencia-omnipresente/ [4] https://www.noticiasdiarias.informe25.com/2014/03/lo-que-poco-se-dice-de-las-guarimbas.html [5] Hacia la reconstrucción del Vivir Bien David Choquehuanca Céspedes.
Interesante el articulo, partiendo de las desigualdades que el mismo Informe refleja, en la actualidad en Venezuela existe una brecha abrumadora en los diferentes ámbitos de la seguridad de la nación.